Exactamente como sucede con cualquier otro corte de carne, la temperatura y el grado de cocción van a definir características como la jugosidad, el sabor y la textura de nuestras hamburguesa.
En el caso de hamburguesas muy gruesas, un termómetro puede ser una ayuda útil.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, existe cierta dificultad en obtener una lectura 100% confiable de la temperatura interna con un termómetro, pues la punta puede tocar dos temperaturas distintas entre distancias milimétricas.
La mejor forma de anticipar el grado de cocción de una hamburguesa, es con la experiencia.
Pero como regla genérica, cuando tenemos una hamburguesa de entre ¾” y 1”, es recomendable voltearla cuando la mitad de las orillas a los lados se ven color café, alrededor de unos 3 minutos, y cocinarla por 3 minutos más después de voltearla.
Para hamburguesas delgadas basta con sellar bien ambos lados.
Una nota importante tiene que ver con las recomendaciones en temas de salubridad.
La sugerencia de las instituciones encargadas del tema, es cocinar la carne molida al menos a 71C o 160F, es decir, bien cocida.
Es normal que el exterior de la carne esté contaminada por diversos patógenos.
Cuando cocinamos un corte de carne si moler, estos patógenos mueren por la exposición al calor intenso durante el sellado. Por eso podemos cocinarlos de forma segura a temperaturas internas más bajas.
Sin embargo, cuando molemos la carne, las bacterias que se encuentran en la superficie, se mezclan con el interior, y el sellado no las mata.
Existen algunas técnicas para cocinar hamburguesas sin riesgos de bacetrias a términos medio o menores, pero como regla general, la vía más segura es cocinar las hamburguesas bien cocidas.
La gran ventaja de las hamburguesas, es que si ponemos atención en la proporción de grasa, los jugos de la misma, sumados a las salsas o aderezos ofrecen suficiente sabor y jugosidad para disfrutar una hamburguesa aún a término bien cocido.
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